La grandeza de lo sencillo

Desde hace unas semanas estoy yendo a trabajar en bici. Ahora tenemos las oficinas más cerca de casa y es una buena forma de empezar a poner las piernas a trabajar de cara a la temporada de nieve, que ya la tenemos encima.

Desde casa a la oficina ahora mismo tengo 3.4 kilómetros, 3 cuestas y un falso llano. Carril bici en un 60% del recorrido. Que recorro en 11 minutos, a lomos de mi flamante montura: Una bici holandesa, de hierro, rígida, sin marchas ni frenos – sólo contrapedal – que seguramente tendrá más de 15 años. En días de lluvia o mucho viento, la bici, que es de mi cuñado, que se la trajo de Amsterdam cuando volvieron mi hermana y él a ZGZ tras 7 años viviendo allí, se queda en casa. También si tengo reunión con algún cliente que tenga las oficinas lejos – suelo ir en moto en ese caso – o si tengo que llevar algún paquete, ya que para eso suelo pillar el tanque. Porque para cada caso hay una montura, y cada montura sirve para una cosa.

Podía haberme comprado una mega bici urbana, de aluminio, con 21 marchas, doble suspensión y frenos de disco, pero es que no me hace falta y me hubiera dado más preocupaciones que utilidad. La que estoy usando, al ser viejuna, no destaca cuando la dejo en la calle y no estoy pensando todo el rato que me la van a robar. Al no tener marchas, si quiero subir una cuesta, toca esforzarse más y pedalear duro, y si quiero correr más cuesta abajo… toca asumir que no puedo y disfrutar de la bajada. Eso si, siendo muy consciente en todo momento de la posición de mis pies, por si toca frenar de forma inesperada. Y además, al ir parte del recorrido en carril bici, y parte por la acera (porque por la calzada no me atrevo, los coches van COMO LOCOS), soy más consciente del entorno y voy mucho más atento a lo que ocurre – o puede ocurrir – cerca de mi, para reaccionar con rapidez y evitar cualquier posible desastre.

Para mis necesidades y mis objetivos – llegar a la oficina y fortalecer un poco las piernas – es la elección perfecta.

La mayoría de las marcas, en el entorno digital, lo primero que hacen es comprarse una bici nueva, con todas las marchas posibles, el casco, el candado, las luces y todos los extras. Sin pensar para qué la van a usar. ¿Cuántos proyectos habéis visto con más iconos de redes sociales en su web que condecoraciones en el pecho de un general? ¿Y cuando entráis, qué veis? NADA, porque están abandonados. Llenos de basura. De comentarios no contestados. De clientes insatisfechos. De telarañas. Con el clásico «Publicado el 12 de Julio de 2013» luciendo orgulloso en el último POST. Y así. Porque como abrir canales es gratis… los abro todos. Pues nada, por más sitios te llegarán las bofetadas.

¿No sería mejor hacer un trabajo previo de definición y análisis de necesidades? Saber dónde te metes y para qué. Y con eso, elegir tu montura. La que necesitas, no la que te hace quedar bien en las fotos. Y probar. Probar y probar hasta dominar la situación. Y si entonces surgen nuevas necesidades, cambiar, evolucionar, pero habiendo asentado y controlado la situación. Porque abrir canales es fácil, si. Es incluso gratuito, si. Pero dotarlos de contenido y ATENDERLOS no es ni gratis ni fácil. Requiere planificación, conocimientos y gestión. Y todo esto cuesta tiempo y dinero. Y los resultados primero hay que definirlos, luego visualizarlos, y luego perseguirlos. Merecerlos. Lucharlos. Trabajarlos. Hablemos de fortalecer las piernas, o de re-conectar tu marca con sus clientes. Que ambos, objetivos son.

Paz!

L.

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

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