Fact-checking, el gran olvidado de las redes

Todo va demasiado rápido. Todos tenemos una idea preconcebida de las cosas. Todos pertenecemos a un bando del que cuesta horrores salir, aunque no nos demos cuenta ni lo reconozcamos. O eso parece. ¿Para qué vamos a comprobar las cosas (fact check) si ya sabemos cuáles son ciertas y cómo han sucedido? Hasta tenemos claro el culpable. O eso nos creemos. Y la cagamos.

El último ejemplo pasó a principio de semana con la historia entre @SamantaVillar y @HeroBaby en twitter. Según los medios – y muchos usuarios – todo se originó por una respuesta de Hero a un tweet de Samanta. Y todos nos pusimos del lado de Samanta y exigimos la cabeza del CM de HeroBaby. Así lo recogió La Vanguardia, El Diario Vasco y OK Diario entre otros (hubo muchos más, pero editaron la noticia pasadas las horas para enmascarar su error). Así lo expliqué yo también a un grupo en la Cámara de Comercio de Zaragoza hablando de marcas y gestión de redes sociales. Y todos estábamos equivocados. El tweet de Samanta era respuesta (y ataque) a un tweet (inapropiado y desafortunado) previo de Hero Baby, que fue el que inició todo el intercambio de puñales, como bien me hizo notar uno de los que me estaban escuchando mientras contaba «el caso«. La información estaba ahí, solo había que comprobar las horas de cada tweet (ya está borrado el de HeroBaby, por cierto), pero era más fácil dedicar esos 15 segundos a frotarnos las manos pensando que ahí había carnaza para charlas y titulares. Y la cagamos.

Algunos diréis que eso ha ocurrido siempre, que no es nada nuevo, que esto es más viejo que el periodismo (el clásico «no dejes que la realidad te arruine un buen titular/reportaje»), pero me da la sensación que ahora se acentúa. Por la velocidad, por el ansia de ser el primero en contar las cosas, por la búsqueda del click fácil, la necesidad de páginas vistas (para poder meter publicidad), de destacar, de ganar followers o por lo que sea, pero creo que miramos el mundo con cristales polarizados, buscando el enfoque que más nos favorece o nos permite «brillar«, independientemente de cuál sea la verdad de la historia.

Como decía aquel, en demasiadas ocasiones «escuchamos para contestar, no para comprender», y eso no es bueno. Pero claro, para comprender hace falta tiempo – algo que cada vez escasea más -, y asumir que quizás no seremos los primeros en contarlo y colgarnos la medalla por ello. Y parece que eso es algo que no podemos asumir. Nos puede la primicia. Nos empuja el cuñado que llevamos dentro. Y como consecuencia de esa actitud de las masas, todos estamos expuestos a ser malinterpretados y linchados. Todos. También tú, si.

Paz!

L.

 

PS.- Casualidades de la vida, hoy, con el post ya publicado, en una newsletter a la que estoy suscrito, me llega un enlace a este post de Jessica Livingstone en el que habla de las consecuencias de lo que digo en mi último párrafo: Quien tiene cosas interesantes que contar, no lo hace para no ser malinterpretado y linchado. ¿Volveremos a ver resurgir las redes cerradas entre contactos de confianza? Al tiempo…

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

Comentarios

  1. Bueno, yo comenté el tema en algunos foros virtuales y recibí un amable tweet de Hero Baby que posteriormente también lo publiqué porque «el que tiene boca..» y dios nos libre!

    1. Concretamente este caso no creo que sea uno de los de «el que tiene boca se equivoca», sino más bien de «el que corre demasiado para criticar y no comprueba los hechos, se equivoca». Y a mi también me pasó.

  2. Y yendo un poco más allá, creo que estamos perdiendo el «pensamiento crítico» algo más profundo, sobre todo los más jóvenes. Cualquier noticia a través de un tweet o incluso en un medio de comunicación nos lleva a compartirla y a tener una opinión sesgada en función de los comentarios por no pararnos a analizarla.

    1. No solo estamos perdiendo ese «pensamiento critico» que comentas, Inés, sino que los algoritmos están privándonos de ver y conocer opiniones distintas a las nuestras propias. Al favorecer la visualización de aquellos contenidos con los que estamos predispuestos a interactuar, el algoritmo ya no nos muestra más que aquello que refuerza nuestra propia forma de pensar, ocultándonos el resto. Es la «cara B» de la tecnología, un mundo en el que nos movemos «con orejeras de burro»…

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