Recuérdame por qué debo recordarte

¿A cuánta gente conoces? ¿De cuánta te acuerdas? ¿En cuántos piensas a menudo? ¿En quiénes piensas cuando tienes un problema? ¿A quién acabas llamando?

Si has ido contestando mentalmente estas preguntas habrás visto que siguen un patrón decreciente. Conocerás a mucha gente, pero no te acuerdas de todos. Desde luego que no piensas en muchos de ellos a menudo, seguramente tendrás un círculo reducido de gente a la que llamarías en caso de tener que pedir un consejo, necesitar desahogarte o pedir ayuda por algo, y acabarías por llamar a una o dos personas de esas y no más.

Las razones por las que unas van «pasando filtros» y otras no son muy variadas (y personales), pero la frecuencia de la relación, la conexión vital/emocional que compartes con ellos y el número de relaciones comunes suelen ser factores habituales.

En nuestras relaciones con las marcas pasa algo parecido. Conocemos muchas, nos acordamos de algunas, pensamos en unas pocas de cada categoría y acabamos comprando una de ellas. En función de la importancia que tenga la categoría para nosotros – no será lo mismo un cortauñas que un coche – el número de marcas que van pasando el corte y los criterios de selección serán más o menos estrictos.

Por eso sigo sin entender que haya marcas que sigan sin ver ni comprender la importancia de establecer relaciones, de abrir canales, de compartir espacios con sus clientes. De tener intereses y contenidos más allá de los puramente comerciales. De definir su territorio de marca, ese espacio – no físico ni geográfico, sino conceptual – en el cual desarrollar y demostrar sus valores y principios, y donde la marca querría ser reconocida.

Y el lugar perfecto para desarrollar todo esto son las redes sociales. Combinadas con el MundoReal™, por supuesto. Porque es un espacio donde mostrar y construir, donde escuchar y dialogar, donde filtrar y ser filtrado, donde aprender y ayudar, donde conocer al otro, en definitiva, porque esa es la base para construir una relación.

Eso si, las relaciones verdaderas, se cuecen a fuego lento. Con buenos ingredientes, y sin dejar de dar vueltas al caldo. Añadiendo y corrigiendo según lo va pidiendo. Al gusto del consumidor. Nada de piloto automático. Nada de copiar y pegar, ni imitar recetas ajenas. Hazte único. Deja tu huella. Dale tu punto. Sé tú mismo. Salvo que seas un mierdas. Entonces ni redes ni leches. Empieza por el principio – tu producto, tu marca – o saldrás escaldado. Que para eso, para destapar falsedades, las redes son también el lugar perfecto.

Paz!

L.

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo … sólo una puntualización. Yo puedo entender que una compañía, una marca, vamos, tenga una limitación de recursos o sea poco ambiciosa, hasta que tenga una pésima visión pero lo que no entiendo que no entiendan, valga la redundancia, es que sin contenidos (tu los llamas relaciones, es algo similar, sí, igual uno va antes que el otro, no sé) no hay nada. Las marcas se fijan más en la herramienta que en lo que van a poner en ella.
    Tamos en línea, vamos…

    1. Exacto. Se «deslumbran» por la herramienta, por el canal. Se visualizan incluso a si mismos como triunfadores, generadores de trending topics, llenos de followers y convirtiendo al 25%… pero no tienen ni idea del trabajo que cuesta que un canal sea atractivo y memorable. O básicamente «seguible». Triste pero cierto, si…

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