Empezar la casa por el tejado

Empezar la casa por el tejado

Seguimos confundiendo los cimientos con el tejado, el tocino con la velocidad, el culo con la témporas. Nos creemos las noticias, la prensa, la radio y los telediarios. Sin ponerlos en duda, a pesar de las innumerables veces en las que nos la han colado. De medio lado. Nos creemos esos titulares que dicen que los emprendedores van a salvar el país, que van a refundar este nuestro querido país con su fuerza, empuje, pundonor… y desconocimiento, aunque esta última parte no la suelen contar. Porque emprender no es fácil. Emprender no es innato. Emprender desde luego no es barato (no en este nuestro querido país) y por supuesto, y aunque suene políticamente incorrecto, emprender no es para todo el mundo. Hay quien es buen pensador, quien es buen planeador, quien es buen analista, y quien es buen ejecutor. Pero no todos valemos para todo.

Lo malo es que da la sensación de que nos quieren hacer creer que esto es Jauja. Que es llegar y besar el santo. Ponerse la gorra de emprendedor y darle a la caja registradora con frenesí. Todo a una. Así, sin parar. Dale que dale. Toma que toma. Y no es así, amigüitos, no es así. O eso, o yo he tenido muy mala suerte, y mi círculo de conocidos (y desconocidos de los que tengo información) también. Porque aquí se curra. Y mucho. Y se factura…. si hay suerte, que no es siempre, y casi siempre menos de lo que querrías y cobrandolo a más tiempo del que pensabas. De currar semanas de 10 horas y cobrar como un jeque, y por adelantado, te puedes ir olvidando ya.

Obviamente, como en casi todo, hay clases y clases, tipos y tipos, y negocios y negocios, pero parece que la etiqueta «emprendedor» lo aguanta todo. Desde el negocio unipersonal local, hasta la acojo-idea que nace global, con una plantilla de 20 empleados, inversores detrás y un «exit» claro desde su origen. Desde el autoempleo «por necesidad«, hasta el crea-empresas compulsivo que necesita la actividad aunque podría estar sorbiendo mojitos todo el día en la playa de SU isla en el Caribe. Y ni uno tiene las necesidades del otro, ni el otro las capacidades del uno, normalmente, y eso se nota.

Montar una empresa es una cosa más seria que darse de alta en un registro, especialmente si lo que pretendemos es tener una cierta continuidad en el tiempo, que es lo que TODAS las empresas deberían pretender en su concepción. Y no es fácil porque, cada vez más, las empresas – tengo la sensación – de que nacen desde la necesidad de quien las crea (facturar y pagar sus facturas), más que desde quien va a disfrutar del producto o servicio, que se convierte en un eslabón más de la cadena, en lugar de ser el eje sobre el que pivotar. Y es que el proceso lógico no debería ser el «a ver a quién le vendo aquello que yo se (o creo saber) hacer«, sino «a ver si soy capaz de hacer aquello que un grupo suficiente de usuarios necesita«. Que así escrito no suena tan distinto, pero que si que lo es. Sobre todo porque hay que añadir un epílogo a la frase, que no es otro que «ganando dinero con ello«. Casi ná. Y claro, el resultado final es que a los clientes no les importaría que desaparecieran el 82% de las marcas. Ya no hablo del ratio de fracaso en empresas de nueva creación por negligencia o por incapacidad de sus creadores. Hablo de que a los clientes no les aportan nada !! Chúpate esa…

De hecho diría, parafraseando a otros, que estamos «creando (malas) empresas por encima de nuestras posibilidades«. Y eso es un problema Lo mires por donde lo mires. Porque no hacemos más que dilatar el problema. Porque se están quemando recursos que se sabe que se van a apagar a la primera soplada de aire. Porque si a un problema le das nocilla, sólo va a engordar. Y si al cocktail le añadimos un nuevo sabor, el de internet, el problema es ya de dimensiones épicas. Sorprende el número de incautos que siguen pensando que el e-commerce va a salvar su commerce decadente. Por arte de magia. Porque ellos lo valen. O lo que es aún peor, por obra de un curso de formación de 20 horas subvencionado al 100% por la tripartita, ese gran cáncer que hace que la formación valga tanto como su subvención. Ni un euro más. No según el temario. No según la experiencia y valía de quien lo imparte. Con que sea subvencionable al 100% ya les vale, aunque lo de un ornitorrinco y todo lo que les cuente sea que es importante estar en internet… y nada más.

Hemos de ser conscientes de que cada día cuesta más ganar notoriedad. Dejarse ver. Ser recordado. Más tiempo y más dinero. Que montar un e-commerce cuesta dinero, y que captar clientes lleva tiempo. Que las mismas armas que están permitiendo acceder al mercado a una nueva hornada de «profesionales» está también jugando en contra de todos, ya que el ruido es tan fuerte que es capaz de enmascarar la música. Los mensajes, cuando los hay y van más allá del «cómo molo«, no se recuerdan. Las marcas no saben qué contar, más allá del «cómo molo, porque yo lo digo«, y los potenciales clientes saben cómo esquivarles. Y al final nadie gana. Ni el consumidor, que se encuentra con que su canal está lleno de ruido, ni la marca, que descubre la triste realidad demasiado tarde. Y ni una página en Facebook ni una cuenta en Twitter van a darle la vuelta al marcador. Porque incluso ahí los clientes no quieren que las marcas les hablen por iniciativa propia. Por mucho que cuenten en cursos algunos.

Aquí lo único que vale para que esto funcione es el trabajar. Mucho. Escuchar y aprender del cliente. A diario. Apretar los dientes. Durante mucho tiempo. Vivir en permanente formación. Mantenerte ligero de equipaje. Equivocarse el menor número de veces posible (lo de aprender de los errores está sobrevalorado…) e intentar acertar en cada disparo, para lo que es clave tener un BUEN producto. Mantenerse despierto, en constante revisión, y ágil para adaptarse a nuevas realidades. Sean las que sean. Estuvieran previstas o no en ese documento (falso, hecho en base a expectativas) que te ayudaron a hacer en ese curso – subvencionado, obviamente – de planes de negocio. Porque o te mueves o te vas para atrás. Y al banco no le vale con que lo intentes. Ni con que aprendas de tus errores. Ni con tus preciosos powerpoints y hojas excel de previsiones – inventadas – a cinco años. Aquí lo único que vale es facturar. Y se factura… cuando se puede. O más bien cuando tu cliente decide que lo que tú haces merece la pena pagarlo. Digan lo que digan tus previsiones. Digamos lo que digamos los consultores externos. Pero se trabaja todos los días, no lo olvides. No te engañes. Que no te engañen…

Paz!

L.

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

Comentarios

  1. Cuando me planteé ser «mercenario» (ni freelance ni autónomo, si esto es una guerra, hablemos con propiedad) uno de los primeros consejos que recibí fue : «haz un plan de empresa». Y tuve la paciencia de buscar información, incluso empecé a redactarlo.

    Me empapé de frases originales: El plan de negocios es la hoja de ruta; fracasa pronto, fracasa barato…

    Hasta que llegué a la parte de los números… y a la frase: el papel lo aguanta todo. Para escribir ficción, prefiero escribir un libro.

    Y dicho esto, considero importante tener una hoja de ruta para saber hacia donde vas, pero no me importa alejarme del camino si el disparo resulta certero. Algunos mercenarios cobramos por pieza, y las balas las pagamos de nuestro bolsillo.

  2. Sin duda que lo es Santi, pero, y utilizando un ejemplo que ya puse en el blog hace un tiempo y que seguro que tú, como montañero viejuno que eres, comprenderás perfectamente, lo que hace falta es un GPS de montaña, no uno de carretera. Es de ilusos esperar tener una hoja de ruta donde se detalle cada rotonda, cada cruce y cada desvio. Eso, en el MundoReal, no existe. Lo que hay usar son GPS de montaña, que indican un rumbo general, pero que luego es responsabilidad nuestra el analizar las curvas de nivel, el ajustarnos a la realidad del terreno y a la meteo, y con toda esa información trazar nuestro camino…

  3. Hola Lucas,

    Por eso cada vez estoy más convencido de que es necesario un cambio de sistema que parte desde un sistema educativo en el que nos enseñen lo duro que es emprender (y ayuden a que los errores se cometan con paracaídas) y llega a un nuevo modelo de funcionamiento, que en muchos casos no es nuevo sino una re-aplicación de cosas que se han ido inventando durante toda la historia y no sólo en estos últimos 200 años que no se por qué se valoran siempre más que los anteriores. Un modelo que estoy convencido que pasa más por funcionar como redes pequeñas interconectadas, autosuficientes y en las que todas las partes encuentren valor y menos por grandes mastodontes con miles de todo pero que, si escarbamos, vemos que lo único que no tienen grande de verdad es la facturación en el momento en que eliminamos toda esa nebulosa de contratos públicos, ayudas, subvenciones y demás.
    Bueno, a seguir trabajando y aprendiendo que igual cambia algo (o logramos cambiar algo) mañana y es mejor que nos pille preparados.

    1. Razón llevas, como otras muchas veces. El punto justo estaría en ese equilibrio entre agentes libres, empresas grandes, redes conectadas y totum revolutum que comentas, donde todos supieran cual es su sitio, su valor y su precio. Pero claro, eso solo existe en los mundos de Disney… lamentablemente !!

  4. Está claro que la etiqueta #emprendedor está de moda y que a los políticos e instituciones les viene bien el fomentarla, a pesar de lo difícil que es montar un negocio.
    Hay que pensarlo mucho y tener muy claro lo que comentas en el post: que hay que currar y mucho!

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