Cada vez me encuentro con más proyectos que empiezan con un simple «quiero hacer algo en internet y en las redes» y que derivan, cuando el cliente es el correcto – que también hay clientes que no lo son… – en un proceso mucho más bonito e intenso de revisión completa de la empresa. Cuando empiezas a hacer las preguntas adecuadas – las de «pero vosotros qué vendéis en realidad?«, «a vosotros por qué os compran?«, «cual es vuestra propuesta diferencial ?«, «qué problema solucionáis a vuestros clientes?» y similares – obligas al cliente a pensar. Cuando te pones a resumir la visión y la USP del cliente en 160 caracteres, a dibujar la arquitectura del sitio, o a redactar el clásico «quienes somos«, obligas al cliente a pensar. A salirse de la presión del día a día, y re-pensarse. Si además ese proceso se hace con alguien externo – yo – haciendo las preguntas incómodas, tirando del hilo y repreguntando con algo de «mala leche» – aunque con la mejor intención!! -, el proceso suele ser mucho más enriquecedor, os lo garantizo.
Porque además, o al menos así lo hago yo, obligo a que el cliente se descalce al entrar en la sala, y que una vez dentro «se ponga los zapatos de sus clientes«. Igual que en la peli Buscando a Nemo, hablan «balleno«, yo les obligo a hablar «cliente«. A mirarse con ojos de cliente. A escucharse con oidos de cliente. A pensarse con cabeza de cliente. A no-necesitarse, igual que hacen los clientes con ellos.
Además, en muchas ocasiones, esta es la segunda fase del proyecto. La primera es dejarles hablar a ellos. Gustándose. Hablando de ellos mismos. De lo buenos que son. Lo bien que lo hacen y lo indispensables que son en la vida de sus clientes. Y cuando pasamos a la fase de «hablar cliente» y ponemos ambas visiones en paralelo, es cuando surge la chispa. Cuando de repente, «se ven«. Y ese momento vale su peso en oro. Porque una cosa es que un consultor experto te diga lo que tienes que hacer. Otra muy distinta, y mucho más enriquecedora, sostenible y transformadora, es que el propio cliente vea el camino para reconectar con sus clientes. Que descubra las rotondas en las que se equivocó de salida y cómo esas pequeñas desviaciones han supuesto estar circulando en paralelo, lejos o cerca, según cada caso, pero en paralelo, a la carretera que recorren sus clientes, siendo por lo tanto muy complicado maximizar las posibilidades del proyecto.
Por eso mismo, cada vez me gusta más mi trabajo. Re-conectar a mis clientes y sus marcas con sus clientes es una fuente de satisfacción constante. Sea a través de medios sociales, rediseños web o reenfoques y redefiniciones de su negocio y su propuesta de valor, qué más da. Lo importante es que el camino a seguir vuelva a correr en paralelo por la calle por la que transitan sus clientes…
Paz !!
L.
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