El hombre es un ser racional. O eso al menos es lo que se suele decir. Yo suelo reírme ante esa afirmación. En realidad suelo contestar con un rotundo «y una mierda!» a quien me lo dice. Creo que el hombre – utilizado como genérico, no como indicador de género – es un ser emocional. Y sobre todo – dado que este es un blog de Marketing – es un consumidor emocional. Si fuéramos consumidores racionales no existiría la compra por impulso, ni la presión social o la necesidad de aparentar. Lo raro sería tener vehículo propio y quien lo tuviera sería un Skoda o similar, viviríamos en casas de 50 metros y tendríamos 4 conjuntos de ropa/calzado. La realidad es que quien puede se compra un Audi, BMW o Mercedes, todo terreno, a poder ser, aunque sólo lo use para ir a por el pan o para llevar los niños al colegio, vive en casas que le quedan grandes para sus necesidades reales, y tiene ropa que hace 6 meses que no se pone, pero que tampoco da/tira.
En la comunicación pasa lo mismo, y en las redes sociales – medios de comunicación bidireccionales entre personas por excelencia – se potencia aún más. Los contenidos que se viralizan, son contenidos emocionales*. Lo viví en primera persona con el último post (compartido ya más de 5.000 veces en el momento de escribir este post) y lo podéis comprobar cualquier día en vuestra red social favorita. Si alguien cumple años, anuncia un cambio laboral (a mejor o peor, da igual, ambos son emociones), da a luz a un hijo, pierde a un familiar, anuncia un embarazo o comparte algo que genere una reacción emocional… boom! será gusteado/comentado/compartido/favoriteado, lo que hará que acabe siendo visible en un círculo ampliado. El problema es que despertar emoción no es fácil. De hecho, es muy complicado. Tan complicado como hacer reír o hacer llorar. Porque la emoción es difícil fingirla. Es difícil sentirla por algo que no nos es de alguna forma cercano. Es prácticamente imposible sentirla por algo que nos es indiferente.
Así que, si lo que estás contando en tus redes sociales – y me refiero ahora fundamentalmente a aquellos que hacen un uso profesional de las mismas – no consigue emocionar a tu audiencia, tienes un problema. Y el problema no es de las redes, no es del canal, es tuyo. Las redes, el canal, está demostrado que funcionan. Así que piensa. Puede ser fundamentalmente por tres motivos:
- No lo estás contando de la manera adecuada.
- No lo estás contando a las personas adecuadas.
- Tú producto/servicio no consigue despertar el interés de su público objetivo.
Afortunadamente, estas causas son trabajables y mejorables – de hecho, es a lo que me dedico, así que, si te ves reflejado en lo que has leído hasta ahora y lo necesitas, puedo ayudarte – pero para poder dar ese primer paso, han de ser identificadas. Y lo digo porque lo fácil es echar la culpa al canal, y no analizarnos nosotros. ¿Realmente lo que hacemos, nuestro producto/servicio, tiene esa capacidad de emocionar? Porque si no la tiene, nunca conseguiremos conectar, y si no conectamos… en realidad tampoco comunicamos, solamente hacemos ruido. Y el ruido, acaba por molestar.
Paz!
L.
Muy buen post. Muy bueno.
Muchas gracias.
Buenas noches.
Que gran verdad, me identifico plenamente con tu post, «las emociones»
Como siempre claro y conciso.
Felicidades y un saludo.
Toda la razón, me considero asilvestrada y primitiva, y con las emociones no hay sofisticación alguna. En casi antropológico y cuando sentimos con intensidad no pensamos… igual los nórdicos si, que discuten diciéndose atrocidades sin levantar la voz ni lanzarse cuchillos con la mirada. Yo no soy capaz! la mala uva sale de las entrañas y al fin y al cabo somos de una cultura muy apasionada.