El pasado sábado fue mi cumpleaños, uno de los habituales hitos de interacción en redes masivas como Facebook. Por voluntad propia – y por respeto a los seguidores – tengo configurado mi perfil para que los mensajes que otros usuarios escriben en mi muro sean privados por defecto, y esto incluye, obviamente, las felicitaciones. Esto – posiblemente junto con el hecho de que este año haya caído en sábado – ha hecho que quienes me han felicitado sean sin excepción personas que conozco y con las que tengo trato habitual. Esto es, gente a la que realmente le importaba felicitarme, y que, o bien se sabía la fecha, o que cuando recibió el aviso de Facebook, se tomó la molestia en ese mismo momento de escribirme algo. Gente a la que solamente le ha hecho falta un único aviso para reaccionar. Por contra, cuando no se tiene la prudencia de tener este tipo de mensajes privados, el efecto – y lo vivimos sufrimos a diario – es que los cumpleaños se convierten en un bombardeo constante de publicaciones en los muros de los amigos/followers comunes de felicitado y felicitador, que acaban moviendo a que incluso personas con relaciones más o menos distantes acaben uniéndose a la fiesta del «Muchas felicidades!»
Esto, que no deja de ser una experiencia/experimento de indole personal, puede aplicarse perfectamente a la relación marcas/usuarios en redes. Si «sólo» buscas interacción, necesitas repetición, para activar el principio de redundancia. Si lo que buscas es calidad, necesitas relación. El problema es que las marcas no son conscientes de esto, y además se creen súper importantes y lo quieren todo.
Hace ya unos años, Nicholas Charr alertaba en uno de sus libros sobre uno de los posibles efectos que Internet estaba teniendo en nuestro cerebro. Defendía que estamos perdiendo la capacidad de concentración, la de profundizar en argumentos y la de recordar, ya que vivímos en la cultura del «picoteo» y la multitarea.
A dia de hoy, las medias de followers/following en la mayoría de las redes y casos supera ampliamente el número dumbar, ese que marcaba en 150 el máximo de relaciones que una persona es capaz de mantener con un mínimo de profundidad. Y en este «lote» metemos tanto «amigos» (lo entrecomillo porque Facebook ha matado el concepto de amistad) como marcas. Y es imposible estar encima de todo lo que nuestros contactos sociales comparten en las redes. Algunos, como Guy Kawasaki, proponen la repetición como método de llegar al mayor número de contactos, republicando hasta 8 veces el mismo contenido. Otros, entre los que me incluyo, proponen concentrar el esfuerzo de comunicación en un núcleo de «multiplicadores«, y crear contenidos que provoquen la acción de ser compartidos, buscando llegar al circulo ampliado de contactos por la vía del usuario, y no directamente desde las cuentas oficiales de la marca.
Sea cual sea el método empleado, lo cierto es que los patrones están cambiando. Que en un mundo que genera contenidos en un número muy por encima de la capacidad de consumo de sus destinatarios, que además los consumen en movilidad, y sólo después de ser sometidos al cruel filtrado de los algoritmos propietarios de las redes, sobre el que además se re-aplica un segundo filtrado de ceguera selectiva, la presión que tenemos quienes intentamos definir esas lineas de comunicación a las marcas es brutal. Constantemente balanceando el peso entre frecuencia y calidad, de por si normalmente enemigas. Constantemente bailando en el filo entre lo que los usuarios quieren consumir y lo que las marcas quieren contar, habitualmente también tan parecidos entre si como una castaña a un huevo.
Pero es lo que hay. Estas son las reglas del juego y con ellas habrá que continuar la partida. Afortunadamente, soy un año más mayor. Tengo un año más de experiencia, y un año más de conocimientos. Y siempre es mejor cumplirlos, que dejarlos de cumplir. Habrá que celebrarlo.
Paz!
L.
Muy buen post!, realmente interesante. Paso a anotar a Carr entre las lecturas pendientes. Conecto no obstante sus tesis con el pensamiento «líquido» de Bauman. No sé si es antes el huevo o la gallina, en qué medida la tecnología es el origen de la cuestión, o si ha existido en los primeros años del XXI un tipo de relaciones sociales, políticas y económicas cambiantes que han preparado el camino a la tecnología. Es lo mismo. Lo cierto es que comprendo muy bien lo que dices. Me formé con apuntes tomados en clase, fichas escritas a mano, resúmenes de lecturas, exámenes orales de todas esas lecturas que debía estructurar y ordenar en mi cabeza… De eso hace ya unos cuantos años. Hace poco realicé otra formación universitaria, y me descubrí en otro contexto muy distinto del que había conocido, y que afectaba directamente al tipo de trabajo que se exigía y que se esperaba otorgar por parte del alumnado. Mr. Buscador dictaba la información en la mayor parte de los trabajos, y no era muy común que los compañeros alumnos hicieran incursiones en la biblioteca de la universidad. No es que el tiempo pasado fuera en todo mejor, pero el carácter acumulativo y progresivo del conocimiento adquirido a través de resúmenes, papel y tiempo, otorga, creo, un poso y un peso mayor y más sólido en el conocimiento adquirido, que es en definitiva conocimiento generado.
Gracias!
Casi todo, a fuego lento, sabe mejor.