Las últimas semanas estoy viendo una cantidad importante de proyectos pasar por delante mío. Bien porque son algunos de los proyectos que mentorizo en La Terminal de Zaragoza, bien porque son potenciales clientes que contactan para pedir un presupuesto, bien porque son de amigos con los que comparto una (o varias) cervezas e inevitablemente, llevados por la pasión, acaban saliendo encima de la mesa.
El caso es que detecto en los proyectos demasiada indefinición. No en el nivel concreto, en el del día a día, donde ahí si que se detecta cada vez un mejor y mayor uso de metodologías de trabajo y herramientas de gestión, sino en un plano algo más superior. Es en el plano del «¿y tu proyecto por qué ha nacido? ¿por qué haces lo que haces como lo haces?» donde muchas respuestas son el silencio. Es en cierto modo lo que hace unos años llamaríamos la visión, y que hoy se pierde entre business plans y excels mentirosos.
Ya no se cuántas veces he recomendado ver la charla de Simon Sinek sobre lo que él llama el golden circle (si aún no la has visto, te la dejo enlazada aquí, no dejes de hacerlo) y que me parece trata sobre un elemento crítico en cualquier proyecto: el por qué.
Y aquí me cabe tanto el por qué personal del creador, impulsor o fundador del proyecto, como el por qué empresarial, la definición del problema identificado que queremos resolver.
Lamentablemente, el dia a dia nos empuja a todos, la presión de la facturación es arrolladora, la necesidad de pagar facturas, de pagar las nóminas, de crecer, de aceptar un nuevo proyecto, de cerrar un nuevo cliente, pero… ¿y si nos estuviéramos desviando de nuestro core, de aquello en lo que de verdad somos buenos? Estaríamos pivotando nosotros sólos hacia terrenos pantanosos, donde cada paso nos hundirá más profundo, de donde salir será cada vez más complicado, y donde perderemos muchas energías, para obtener un menor retorno y una escasa oportunidad de brillar y diferenciarnos. Cada cierto tiempo, parar y levantar la vista no sólo es bueno, sino incluso necesario.
Es curioso cómo ahora toda start-up (¿qué día dejaremos de malutilizar el término para bautizar con él a casi cualquier proyecto, sea tecnológico o no, sea escalable o no?) ha de nacer con la necesidad de conquistar el mundo, de crecer hasta el infinito y más allá, de levantar pasta (odio el término) ronda tras ronda, hasta cerrar un exit de chorrocientos millones o ser comprada por google. ¿Y eso por qué? Me ha ENCANTADO un post publicado por David Heinemeier (DHH), cofundador de Basecamp y co-autor de un par de libros fantásticos, en el que defiende que de eso nada. Que tan adecuado es aspirar a ser un unicornio, como a tener un negocio estable y rentable que te permita cumplir tu visión. Ojalá más gente se diera cuenta de eso.
¿Si te pidiera que dejaras un comentario en el que me definieras el propósito de tu proyecto en una frase, serías capaz? El de mi proyecto empresarial (que cumple 10 años el que viene, qué rápido pasa todo…) es «ayudar a las marcas a (re)conectar con sus usuarios (en entornos digitales)«, esto es, ayudarles a hablar el mismo lenguaje, a identificar puntos de contacto, canales donde tener presencia y lineas de trabajo a desarrollar que les permitan volver a hablarse mirándose a los ojos, en lugar de estar siempre buscándose las cosquillas, probando quién es mejor engañando al otro. Por eso mi trabajo se centra en la definición de estrategias, y a su concreción en forma de mensajes, de acciones, de canales y de textos a publicar en todos ellos. De relaciones al fin y al cabo. Y por eso no diseño, no programo, no hago seo ni usabilidad. Pero conozco a los mejores y colaboro con ellos siempre que es necesario, y de mil amores. No tengo ambición de crecer hasta tener 200 empleados o facturar NE-CE-SA-RIA-MEN-TE varios millones de €. Pero si que se que quiero seguir construyendo un proyecto en el que me apetezca seguir trabajando todos los dias, en el que la gente que trabaja conmigo también le apetezca participar. Quiero seguir teniendo clientes con los que involucrarme, con los que identificarme en fondo y forma, a los que hacer propuestas a tumba abierta y que de verdad tengan voluntad de acercarse a sus clientes, no sólo de facturar más.
Y ojalá algún dia me quede sin trabajo porque las marcas hayan entendido que a los clientes hay que cuidarles, hay que escucharles, darles respuestas, ayudarles. Hay que servirles, hay que ofrecerles el producto adecuado, y al precio justo, porque cuando lo haces, son ellos los que te compran, cerrándo el círculo. Ese día, habré cumplido mi misión. Habré pintado mi golden circle, y podré dedicarme a esquiar, a hacer surf, a viajar con mi Harley o a sentarme frente a la chimenea a leer un buen libro junto a mi mujer y mis perros. Y que otro se encargue del pasteleo con los Business Angels y los VC, que yo me bajo.
Paz!
L.
Otra vez das en el clavo Lucas y a mí, que trabajo con muchos proyectos emprendedores en todas sus fases, me sigue sorprendiendo la poca importancia que dan a buscar su propósito, cuando es un elemento esencial para seguir disfrutando, día tras día, de tu trabajo.
Estas últimas semanas que he estado trabajando con un grupo de 20 proyectos semilla muy potentes hemos estado construyendo «la frase», buscando como explicar ese propósito por el que han decidido crear su empresa con el objeto de no olvidarlo cuando empiecen a andar. Espero que sea mi granito de arena en esas 20 empresas, me sentiría más que satisfecha.
Un abrazo
¡Cuánta razón! Y qué fácil es tomar decisiones cuando el propósito lo tienes claro, tanto personal como profesional.
En mi caso me lancé a la aventura en medio de la crisis para crear un «estudio de diseño gráfico sostenible y responsable que cree mejores diseños para todos». Mi criterio es siempre el mismo: generar cambios positivos para todos y reducir los impactos negativos. Una visión que me ayuda a todos los niveles en mi toma de decisiones y lo hace todo más fácil. Y la sostenibilidad también es económica, es difícil conseguirla con ascenso ultra rápidos sin un sustento claro.