La vida es cíclica y pendular. Solemos pasar de la gran secada a la gran remojada. Esto ocurre en la moda, en las dietas, en las aficiones y en muchas más cosas. De las minifaldas a los maxivestidos. De no comer huevos a promoverlos. De no correr más que cuatro locos a que, si no corres un maratón al semestre, eres un flojo. Y así con todo. También con los hábitos de consumo digitales.
La presencia contínua en redes, el consumo desaforado de contenidos, el compartirlo todo, el no poder despegarnos de los móviles por el miedo a perdernos algo interesante (Fear of Missing Out en inglés, o F.O.M.O.) está dando paso poco a poco a una actitud más selectiva, donde filtramos mucho más lo que consumimos, reducimos nuestro número de fuentes, y asumimos como parte del proceso que habrá cosas que nos vamos a perder, pero no le damos una interpretación negativa a eso, sino que es algo inevitable e incluso positivo. Es el “gozo” del perdernos cosas (J.O.M.O. siglas de Joy of Missing Out) porque precisamente ese “perdernos” cosas nos libera tiempo para disfrutar las que si que vemos o hacemos. Tanto en el online como en el offline, que parece es algo que estamos recuperando. Los más extremos incluso están volviendo a terminales tontos (Nokia debe estar encantada…) y a darse de baja en redes para estar más “presentes” en el MundoReal.
Como en todo en la vida, los extremos no son buenos, y ni la obsesión por lo digital ni su negación absoluta son positivas. El justo medio debería ser el objetivo. El problema viene cuando somos una marca “menor”, una marca sin recursos importantes y sobre todo, una marca sin un elemento diferencial. Ni en su gama de producto, ni en funcionalidades o en su forma de presentarse a su público. El famoso storytelling. Esa marca – que en realidad son la mayoría, que no lo saben pero son marcas «transparentes» – aún sigue intentando jugar la baza del online. La baza de las redes sociales. Creyendo que como ahí hay mucha gente, su mensaje va a llegar. Casi casi por gravedad, como el riego en un huerto. Y que si no llega, con publicar más veces y echarle 10€ de Facebook ads todo solucionado.
Y al cabo del tiempo descubren que eso no es así. Que la selección natural aquí es tan estricta y severa como en el mundo offline. Que ni siquiera las marcas de nicho tienen asegurada la audiencia. Básicamente porque una marca no compite – en redes, y en el mundo digital en general – contra las otras marcas de su sector, sino que compiten por la atención – finita por definición – de su audiencia. Compiten contra lo que los amigos y conocidos de su público potencial publican. Compiten contra fotos de comida. Contra gatitos graciosos. Contra los memes. Contra las noticias del día. Y esa competencia es feroz e implacable. Y nunca descansa. Descubren que la dieta informativa de sus usuarios es muy variada, y que de su tema, de aquello que hace su marca, no queremos alimentarnos a diario. Que las personas son aún más implacables que los algoritmos, y que descartan, borran e ignoran contenidos a millones cada dia. De personas, medios y marcas por igual. Y es cuando llegan los lamentos. Cuando se dan cuenta que esto ni es rápido, ni es fácil, ni es barato. Que, como les digo continuamente a las marcas que se acercan a mi en busca de ayuda, crear una identidad digital, construir audiencia y definir y dar difusión a los mensajes, requiere tiempo, neuronas e inversión. Que hay pocos o ningún atajo. Que el primer paso es dejar de pensar como vendedores y empezar a pensar como usuarios. Ni siquiera como compradores. Y de esa forma, volver a repasar lo que hacemos para darnos cuenta si de verdad somos relevantes. Si nuestro mensaje encaja en las vidas de nuestro público objetivo. En sus necesidades. En sus intereses. En sus conversaciones. Porque si no lo hace, no habrá red que nos salve del olvido. Ni física, ni digital.
Paz!
L.
Aquí al habla uno pasando de F.O.M.O. a J.O.M.O, y sufriéndolo por momentos.
Adiós 3G en el móvil y whatsapp restringido a horas predefinidas. Tele y prensa fuera y cualquiera que hable en facebook de cosas negativas para las que yo no puedo hacer nada silenciado. Site blocker para evitar tentaciones y toggl para currar por bloques de tiempo.
Cuando parece que lo voy teniendo controlado me doy cuenta de nuevas «adicciones», como mirar el puto email, o mailchimp, o yo que se.
Que nos queda curro vaya.
Gracias por ponerle nombre a lo que estoy viviendo.
El mail es Satanás hecho software!! Es el mayor ladrón de tiempo que existe (descontando nuestras queridas redes, claro). Pero vamos, que ya ves por el post que no estás sólo, y que hay más gente arrancando ese camino.
Suerte! 😉