Pero poder no es lo mismo que saber. Hay una gran diferencia.
Porque sí, efectivamente, cualquiera puede abrirse un canal, crearse una presencia digital, montar una empresa, darse de alta de autónomo… cualquier cosa! Y es relativamente fácil. Absurdamente fácil, incluso. Hasta fingir el éxito es sencillo. Grabo un video diciendo que soy el puto amo de [LO-QUE-SEA], lo subo, le meto $$$$ y a triunfar. Porque puedo. Porque la tecnología me lo permite. Porque creo que me lo merezco. Pero poder no es lo mismo que deber, no es lo mismo que saber, y ni mucho menos lo mismo que merecer.
Y por eso nos encontramos a día de hoy con un panorama desolador de marcas – personales y corporativas – que realmente no tienen nada que decir (pero no se callan). Que no tienen nada propio y diferenciado que ofrecer (pero ahí están, ocupando un hueco en el mercado). Que son perfectamente reemplazables… o incluso eliminables (hasta un 77% de ellas, concretamente, según decimos los usuarios).
A pesar de eso, siguen naciendo proyectos todos los días, se lanzan nuevas marcas, seguimos empujando “el emprendidurismo”, sin pararnos a pensar – y a contar – que para que un proyecto funcione necesita no solo cubrir un hueco o necesidad, sino además hacerlo de una manera diferenciada, con una propuesta de valor propia. Con un propósito. Y que éste vaya más allá de «ganar dinero», porque si no lo que tendremos – con suerte – será un negocio, no una marca.
Hacerlo bien requiere tiempo y neuronas. Obliga a mirarnos desde dentro y desde fuera. Con ojos propios y ojos de cliente. Incluso con ojos de competencia. Pero sobre todo – insisto – requiere tiempo y neuronas. Y parece que no vamos demasiado sobrados de ninguna de ellas últimamente.
Así que, si te estás planteando hacer algo, no te preguntes solo si puedes. Pregúntate también si debes. Y sobre todo, si sabes. Pero por encima de todo plantéate qué vas a aportar que no exista ya. O que al menos no conozcan aquellos a los que te quieres dirigir. Por qué deberías sobrevivir. Por qué mereces destacar. Por qué me vas a enamorar.
Porque en tiempos donde sobran marcas, estímulos y contenidos, y faltan razones para consumirlos, no sobrevivirán aquellos que tengan más canales, sino aquellos que tengan más gente dispuesta a escucharles. No se trata de tener 2.000 números grabados en tu teléfono. Se trata de que alguno te conteste cuando le llames.
Paz!
L.
¿Algo que decir? ¡No te cortes, deja un comentario!