Y ahora, qué?

Hace unas semanas me preguntaba ¿y después, qué? y ahora resulta que «después» ya ha llegado. Después, es hoy. Así que toca reformular la pregunta. Y ahora, ¿qué?, ¿qué hacemos ahora?, ¿habremos aprendido algo más que a lavarnos bien las manos con todo esto, o haremos buena otra vez la canción de Julio?

Llega el momento de empezar a sacar conclusiones y tomar decisiones. Y quizás la primera es que tendremos que aprender a sacar conclusiones y tomar decisiones sin tener todos los datos, porque la idea de planificar, en sí misma, está cambiando de significado.

El futuro es más incierto que nunca, esa es la nueva normalidad. Los sueños de dominación mundial, la deslocalización llevada al extremo, el just in time como forma de vida, y el alcance y crecimiento infinitos, están en crisis. La globalización tenía los pies de barro. Las cadenas se siguen rompiendo, y no necesariamente por sus eslabones más débiles, quizás solo por los más lejanos.

Ahora mismo – a ver lo que dura… – hay un vector que parece que tira hacia lo cercano, lo real, lo conocido, lo recomendado por nuestros amigos. Quizás es puro miedo a lo desconocido, no lo sé. O comodidad, quizás. O simplemente que las nuevas costumbres (forzadas) están reactivando viejos hábitos.

Volvemos a hacer compras pequeñas y frecuentes, y como no podemos movernos estamos redescubriendo la frutería de siempre, donde ahora nos dejan hacer el pedido por WhatsApp y acepta pago por Bizum, y además nos saludan con amabilidad cuando pasamos a recogerlo, igual que la carnicería del barrio y la panadería de la vuelta de la esquina. O por fin nos atrevemos a comprar lo que secretamente deseábamos hace tiempo, como los tomates que saben a tomate, mezclando lo cercano y lo digital con una naturalidad pasmosa.

A mí ese es un vector que me gusta. Porque además cada uno define «cercano«, «real» o «conocido» como considera, no son valores fijos. Pero es una vía muy interesante a trabajar desde un punto de vista de comunicación.

Usemos la tecnología para trabajar esa cercanía, para trabajar esa «realidad» y para romper las barreras de lo desconocido. Pero no dejemos que la tecnología nos use a nosotros, que nos secuestre. Igual ha llegado el momento de hacernos un reset total. Reprogramarnos. Olvidarnos de egometrics. De perseguir cifras y números. Y nos toca simplemente ser y mostrar lo que somos. Asumiendo que no vamos a gustar a todos, y que eso es bueno.

Creo – o quiero creer – que vienen buenos tiempos para la lírica. Que estas semanas de encierro nos han servido para entender un poco mejor cómo funcionamos nosotros mismos, nuestro entorno y nuestras necesidades. Creo – o quiero creer – que a partir de ahora nos vamos a andar con menos tonterías. O conectamos o cortamos. Se acabaron las medias tintas. Tengo alternativas. Puede que hasta mejores. Y si no las conozco, ya preguntaré, que tengo los medios para hacerlo. Y eso es bueno, especialmente para las marcas que sepan construir discursos potentes, alineados con su audiencia y basados en principios claros.

O igual es que soy un iluso enamorado de las palabras y las historias bonitas.

No sé.

Paz!

L.

PD.- Hablando de palabras e historias bonitas. En el post que mencionaba en el primer párrafo, os presentaba mi relación epistolar con esa QueridaMarca imaginaria a la que le cuento cosas de vez en cuando y a la que os invitaba a uniros si queríais. Pues bien, hoy, 6 semanas después, quiero daros las gracias por la acogida. Ya somos más de 500 en copia oculta en esos emails. Una locura. Muchas gracias!

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

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