La añorada coherencia

Cada vez me cuesta más tragarme según qué mensajes/campañas/acciones.

La desconexión que hay entre lo que se dice (que se ajusta como un guante a «lo que tenemos que decir para molar«) y lo que luego ves que en la realidad se hace (que se suele ajustar a «lo que me sale de la punta del pito«) es tal, que produce desgana.

Igual es que me hago mayor – más mayor, quiero decir – pero una de las cosas que creo que tiene más valor en comunicación, y en la vida en general, es la coherencia. Cumplir todo eso que los ingleses saben resumir tan bien en sus frases rotundas.

Walk the talk. | Action speaks louder than words. | Eat your own dog food.

Todas esas.

Parece que tenemos ya (lamentablemente) asumido ese doble juego en la política, esa desconexión entre lo que dicen y lo que hacen, pero cada vez me da más la sensación de que se extiende también al mundo de las marcas. Para muchas de ellas, la transparencia que ha traído la capacidad de comunicarnos que nos dan las redes no les ha sentado del todo bien. Es bastante iluso pensar que alguien puede definirse como «la marca de las personas» si luego hace despidos masivos en sus filas, o que enarbole la bandera de la sostenibilidad, y luego descubramos en sus procesos internos que nada tienen de sostenible, o el clásico grito de «somos líderes en nuestra categoría» de los que aún gatean. Y a nadie se le cae la cara de vergüenza.

A veces nos pierden las ganas de hablar, de definirnos, de etiquetarnos, de enarbolar banderas, y en realidad ese acto debería ser casi el último en ser ejecutado. Es fantástico (es necesario) definirnos, y que esa definición guíe nuestro comportamiento. Es fantástico (es necesario) que esa definición esté alineada con lo que el mercado, nuestros clientes o la audiencia a la que queremos atraer piensa. Pero ni es fantástico (ni mucho menos necesario) que la primera acción de esa ruta sea la de salir a la plaza del pueblo a gritar enardecidos nuestra definición. Confórmate con hacerlo en tu máquina de café, en tu intranet o en un correo a todos tus empleados. La plaza del pueblo ya llegará, pero no ahora.

Y no te conformes solo con pintar el destino. Dibuja la ruta entera. Reconoce cuántos kilómetros te separan de ese camino. Señala los ajustes que va a tocar hacer al coche para llegar allí, y marca las gasolineras en el mapa. Recluta voluntarios. Haz del viaje una aventura compartida, y ponte tú al volante. Y cuando ya veas claramente el destino sin usar prismáticos, entonces, y solo entonces, cuéntalo. Y ahí sí, gústate. Aunque posiblemente tampoco te hará mucha falta contarlo y solo necesitarás «ponerle el lazo«, porque si es cierto que ese camino estaba alineado con lo que el mercado, tus clientes o la audiencia a la que quieres atraer desea, y además lo has explicado bien internamente, tanto el mercado como tus clientes como la audiencia a la que quieres atraer ya te habrán visto llegar. Porque hoy en día no hay movimientos sigilosos, en internet no quedan ninjas. Y esa columna de polvo que tu coche ha ido levantando al avanzar por el camino que has marcado, ya te ha anunciado. Y quien ha visto la polvareda, te ha visto trabajando. Conduciendo. Rodeado de los tuyos. Todos mirando en la misma dirección.

Y eso es lo que te da derecho, EN ESE MOMENTO, a decir que eres lo que quieres ser. Porque entonces sí que estarás siendo coherente. Lo otro, contarlo antes de serlo, vender la piel del oso antes de cazarlo, no es sino wishful thinking. Y el wishful thinking puede llevar a engaño… o a decepción.

Caca de la vaca, eso.

Paz!

L.

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

Comentarios

  1. Lo primero que he pensado al ver esa carretera de montaña es… «¿Dónde es? Que guapo tiene que ser subir ese puerto con la flaca».
    Luego ya me he metido en el texto y me he dado cuenta que es una perfecta imagen descriptiva de lo que cuesta hacer lo que dices.
    Me he visto reflejado, muy reflejado, y en alguna ocasión se me ha escapado algún «mierda»… pero nunca es tarde para cambiar.
    Un abrazo.

    1. En realidad es una representación de ese camino revirado que menciono en el texto, pero a mí me pasó algo parecido al verla por primera vez, aunque yo me imaginé subiéndola en la moto… y pensando en lo guapo que sería eso en invierno, con todo nevado, para tirarme esquiando por mitad, saltando de terraza en terraza!! Cada loco con su tema… 😉

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