Supongo que alguna vez habrá utilizado un GPS. Me da igual que sea en el coche, en la moto o paseando por la ciudad. Da igual. Tú le marcas un destino y él solito dibuja la ruta y te va indicando giro a giro. En la montaña es algo distinto, porque no hay «calles», por lo que, o bien dibujas tú antes la ruta en el ordenador y se la pasas, o como mucho te podrá dar una orientación de hacia dónde deberías ir, y luego ya tú te buscas la forma de cumplirlo.
Pero en ambos casos ocurre lo mismo al principio. Hasta que no te pones en movimiento, el cacharro – que es tonto, como todos los cacharros -, no se orienta y no es capaz de decirte hacia dónde has de dar ese primer paso. Pero en cuanto echas a andar, el GPS se ubica, entiende tu dirección y a partir de ahí te dice si vas bien o has de darte la vuelta.
Con la comunicación de tu marca pasa lo mismo. Puedes dedicar un montón de horas a pintar la ruta, a definir el destino, a elegir el camino o a identificar las curvas de nivel y buscar la mejor forma de amoldarte a ellas en tu avance, pero hasta que no das el primer paso, no tienes ni idea si lo estás dando en la dirección adecuada.
Porque es cuando tu mensaje, tu campaña, tu nuevo posicionamiento o lo que sea llega a la calle, cuando de verdad puedes pulsar las reacciones que despierta. Tanto en la gente a la que quieres llegar como en el resto de personas que «pasaban por allí«.
Hemos de ser conscientes de que en el mapa – llámalo mapa, llámalo excel, powerpoint o como quieras – dibujamos una ruta «ideal«. Pero hasta que no nos plantamos en el punto de partida y empezamos a movernos, el GPS es un cacharro inútil. E incluso cuando se orienta, tú seguirás jugando un papel importante. Para evitar el tráfico, esquivar obras o adaptarte a las condiciones.
Pero llega un día en el que vas a tener que dejar de dibujar, y te vas a tener que poner a andar.
Piérdele el miedo.
Haz!
L.
PD.- El cierre no es una errata.
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