La comunicación tiene muchas caras. Cada vez que lanzamos una idea al aire no buscamos el mismo objetivo. A veces podemos querer posicionarnos, otras iniciar un movimiento, quizás unirnos a uno ya existente, darle visibilidad a una idea, contestar una pregunta recurrente de nuestra audiencia o a lo mejor intentar salvar el último escollo para llevar a alguien hasta el botón de comprar. Mismo emisor, distintos mensajes, quizás distintos receptores también. Aunque podrían ser los mismos.
Eso mismo puede aplicarse a nuestros canales. Ni debemos contar lo mismo en todos ellos, ni debemos mostrarnos de la misma manera. Aunque sí debemos ser coherentes en todos.
La derivada de esto es que tampoco deberíamos medir nuestro esfuerzo con las mismas métricas. Habrá canales en los que los likes sean irrelevantes, y lo importante sean los clicks. O los favoritos. O el alcance. O los comentarios. O simplemente que nuestro mensaje esté en ese canal, y se mantenga visible en él.
Nuestra web puede ser nuestro núcleo narrativo, donde explicamos nuestros por qués y nuestros para qués. Donde también dejamos claro nuestro para quién. Los muros de nuestras redes son un escaparate vivo, donde mostramos nuestras mejores galas, pero también donde vamos cambiando de piel con el paso del tiempo. Las stories el lugar donde damos visibilidad a nuestra comunidad y mostramos nuestro lado más cercano, natural y espontáneo. Y eso no implica obligatoriamente tener que bailar. Los privados el lugar donde resolvemos dudas, quejas y preguntas de nuestros clientes, uno a uno, poniendo todo lo que está de nuestra parte para curar esa herida abierta. Youtube donde subimos tutoriales y presentaciones de producto. Twitter donde informamos de nuestra actividad y anunciamos novedades e incidencias de servicio. La newsletter, el lugar donde cocinamos a fuego lento nuestra relación. Linkedin donde nos relacionamos con otros profesionales y depuramos nuestra propuesta de valor.
Y por el camino pueden quedarse canales que no se ajustan a nuestra narrativa, nuestro propósito, nuestra audiencia o directamente nuestras capacidades. Aunque no por ello los perderemos de vista, porque igual evolucionan y nos toca aprender.
Pero para poder hacerlo bien, lo primero que tendrás que saber es a quién quieres conquistar. Y después tener claro quién eres tú y qué le puedes aportar. Y a partir de ahí, saber dónde intentar conquistarle y cómo medir tus avances vendrá solo. Porque será obvio. Y si no lo es, es que te estás haciendo trampas en las dos primeras preguntas. Retrocede y empieza de nuevo. Por el principio. A quién y para qué.
Insert Coin.
Paz!
L.
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