Si tuviéramos que definir el tiempo que nos ha tocado vivir con una sola palabra, una de mis firmes candidatas a ser la elegida sería RUIDO. Recibimos tantos estímulos que la sutileza pasa desapercibida, y acabamos todos hablando cada vez más alto para intentar hacernos oir.
Nuestro trabajo, el de todos los que estamos en esto del marketing y la comunicación, es intentar destacar entre el ruido y ser capaces de crear RECUERDO. Del ruido, al recuerdo, buscando crear preferencia.
El problema es que el recuerdo es débil. Cuesta mucho crearlo, y luego a la mínima se desvanece. Demasiados estímulos, como decía antes. Muchas marcas lo han descubierto por las malas con la pandemia y el confinamiento. Nos encerraron, se acabaron las actividades y todo se puso patas arriba. Muchas marcas, buscando opciones de contactar con su base de clientes, y envueltas en la bandera de dar servicio y entretenimiento, se lanzaron a las redes a hacer de todo. De todo. Desde directos con entrevistas a “referentes”, hasta clases de aerobic y recetas de cocina. Aunque se dedicaran a hacer tornillos. Muy loco todo. Y ahora se tiran de los pelos porque descubren que si dejas de hacer «lo tuyo» para hacer otra cosa, y luego no le das continuidad, corres el riesgo de no dejar recuerdo de eso que has hecho, por mucho esfuerzo que te haya supuesto. En concreto, según el informe de CollaboraBrands, el 76% de las personas no recuerdan ninguna marca que haya contribuido a paliar la crisis del coronavirus, y la confianza en las marcas bajó 9 puntos de Junio 2020 a Septiembre 2021. Casi ná.
Está claro que esos momentos pandémicos fueron momentos de caos y las marcas salieron por donde pudieron, pero si algo nos deja en claro – o debería – es la importancia de tener fijado nuestro rumbo, para evitar esas derivas que desgastan (internamente) pero no dejan huella (externamente). Más de una se estará pensando si no habría estado mejor quietecita en puerto, reparando las velas, en lugar de estar quemando a su gente, pegando tiros… para nada.
Qué importante es tener claro dónde está nuestra North Star… y buscar siempre la manera de movernos en la dirección que nos marca. Por muy alterado que esté el mar. Y si la tormenta es tan gorda que no nos deja, y no podemos meternos en puerto, al menos navegar en círculos, para no alejarnos demasiado de nuestro rumbo…
Paz!
L
Muy buena reflexión, como siempre… No recordaba lo bueno y profundo que eras