Mecha corta.

Le preguntaba la semana pasada a mi #QueridaMarca que si se acordaba de la última crisis vivida hace unos días en redes sociales contra una marca. Obviamente era pregunta retórica, porque ni ella ni yo – tú seguramente tampoco -, nos acordábamos. Tenemos cada vez más memoria de pez, y vivimos con la prisa de posturear y gritar, pero luego lo de actuar, ya tal.

Porque una cosa es ruido, y otra cosa es daño real. Tanto en positivo como en negativo. No creo que Manolito esté vendiendo menos croissants desde Enero, ni creo que la venta de “Jaimitos” se haya disparado tras el episodio del tractor. Lo que no quita para que alguno menos, y alguno más, se hayan vendido o dejado de vender entre los instagramers y twitteros que hemos seguido ambos episodios de cerca. Pero casi siempre el pico de ruido es mucho más escandaloso que el pico de euros. Básicamente porque somos una fracción de la sociedad muy ruidosa, pero no tan significativa como nos gusta creer.

Y a pesar de eso, vivimos con el miedo en el cuerpo a que la siguiente marca afectada sea la nuestra. Porque no sabemos si será cosa de 4 gatos y 4 minutos, o de 4 millones gritando durante 4 semanas.

¿Podemos hacer algo para evitarlo? Poco, más allá de hacer las cosas bien. Al menos, bien para quienes nos importan. Lo que no quita que siempre existirá la posibilidad de que alguien se ofenda y alce la voz. Y llegado el caso, lo que nos salvará, si la queja es infundada, será el silencio, o la intervención de la comunidad. O la mezcla de ambas. Pero del diálogo con la masa gritante casi que podríamos olvidarnos, porque no haría más que echar leña al fuego, algoritmos mediante. Porque lamentablemente en muchas ocasiones buscan visibilidad, no respuestas.

Es curioso cómo las redes, internet en general, está degenerando en caldo de cultivo de gritos, peleas y discusiones, en lugar polarizado en lugar de en espacio donde mejorar y avanzar gracias al conocimiento colectivo. Un lugar donde quien más grita, quien más polemiza, quien más provoca, es quien más visibilidad tiene, y esta visibilidad a su vez genera un nuevo ciclo de reacciones, retroalimentando el ciclo de visibilidad. Y como en cualquier casino, así solo gana la banca. La plataforma. Etiquetando, categorizando, segmentando y vendiendo anuncios al mejor postor. Cada vez más, por cierto.

Aunque quizás deberíamos pararnos a pensar también que, si para las crisis tenemos la memoria corta… qué nos hace creernos que para los anuncios no? Suponiendo que tu anuncio lo vean humanos, claro está, que igual es mucho suponer

Paz!

L.

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.

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