O me pagas, o te meto anuncios.
Youtube, Spotify, ahora Netflix, quién sabe si en un futuro Twitter…
¿En qué momento la publicidad dejó de ser algo que daba gusto ver, y pasó a ser algo que se utiliza como castigo?
Posiblemente, y aún a riesgo de que suene clasista o feo decirlo, cuando hacer publicidad se puso al alcance de cualquiera.
No te enfades, piénsalo.
Antes, la publicidad costaba una pasta gansa y se dedicaba una parte importante del presupuesto a la fase de pensar, de identificar el insight que serviría de hilo conductor, y a la producción. Había que acertar. Poca broma. Los tiempos Mad Men, por si quieres una imagen visual.
Ahora, todo es para ya, todo son pruebas, todo es efímero, todo es segmentado en decenas de clusters, canales y mensajes, y lo lanzamos con un “ya lo iremos optimizando según veamos datos”. Si es que se hace. Y cualquier cosa pasa el corte. Porque por 4€ ya te montas tu «campaña». No hay percepción de riesgo.
Antes, podías contar con los dedos de la mano los canales de TV, emisoras de radio, cabeceras de periódico o revistas, y con ellas tenías una cobertura del 80-90% de la población. Y la publicidad no era la principal vía de financiación de ninguna de ellas. Ahora “todos” nos hemos convertido en “canales” y la audiencia está dolorosamente fragmentada. Añádele la cultura del todo gratis y te queda la (ya odiosa y no por ello menos cierta) frase de que “si no pagas por algo, entonces el producto eres tú”, que nos ha convertido a todos – y a todas nuestras acciones – en datos. Y a esos canales en dependientes de la publicidad, que nos meten con colador por todos los rincones.
Eso no es publicidad. Eso es basura. El mismo Elon Musk hacía esa distinción en la carta abierta que enviaba a anunciantes el día que tomaba el control de Twitter. “Low relevancy ads are spam, but highly relevant ads are actually content!”. Aunque como bien decía Recuenco, “esta promesa ha estado encima de la mesa desde la creación de Internet, y siempre ha sido traicionada.”
¿Llegaremos alguna vez a revertir esta situación? Igual deberíamos asumir que en realidad todo lo que hacemos es publicidad, y no solo aquello por lo que pagamos para que le den visibilidad, y que todo construye – o destruye – nuestra imagen de marca. Pongámosle cariño. A todo lo que hacemos. Con el objetivo de que alguien lo quiera ver por gusto.
Si Don Drapper levantara la cabeza…. ¿pagaría YouTube Premium?
Yo me lo estoy planteando.
Paz!
L.
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