Todos tenemos un “ritmo natural”. Sal a correr por tu cuenta, a rodar en moto, o a andar por el monte y lo descubrirás. Sin nadie alrededor, sin un objetivo, sin presión alguna, verás que sin darte cuenta acabas moviéndote a un mismo ritmo cada vez que sales, en el que vas cómodo.
Sorprendentemente, ese ritmo no suele ser algo único e intransferible, sino que si en lugar de salir a correr, rodar o andar por tu cuenta, lo haces en un evento multitudinario, descubrirás que hay otras personas que lo hacen prácticamente a tu mismo ritmo, y de manera natural acabarás haciendo grupo con ellas.
Si te pones un dorsal, lo fácil es que ese ritmo suba un punto, que veas que eres capaz de ir más rápido, de llegar más lejos y de aguantar más rato, pero seguirás encontrando tu grupo antes o después, salvo que te equivoques de ritmo, te vengas muy arriba, y acabes petando y cayendo a un pozo sin fondo que haga que no llegues a meta, o que lo hagas en unas condiciones miserables.
Con las marcas pasa parecido. Tienen un “ritmo natural” también. Y ese ritmo lo marcan tanto las personas que están dentro de la marca, como el propio posicionamiento de la marca y su propia historia y narrativa. Pero la marca también necesita encontrar “su grupo”. Ese grupo de marcas que forman un segmento, o que en la mente de sus clientes potenciales están alineadas, que son las que marcarán “el ritmo de carrera”. Y ojo con equivocarte de grupo, porque te puede sacar de punto. Bien por abajo, bajándote el ritmo y con ello condicionando la percepción que la gente tiene de tu marca y limitando tu posicionamiento y crecimiento, bien por arriba, llevándote con el gancho y haciendo que tu gente se desfonde y no termine la prueba, o trufando tu avance de errores y gestos desencajados, que no sé qué es peor.
Porque gestionar una marca es una carrera de fondo. Todo es largo plazo. Al menos la parte de posicionamiento, narrativa y comunicación. Que ha de ir alineada con la parte más táctica del marketing, las ventas y la gestión. No podemos ir dando bandazos ni cambios de ritmo. Tenemos que tener clara la meta que queremos alcanzar, que no es otra que la de construir en la mente de nuestros clientes y potenciales la idea (o el recuerdo) de lo que hemos definido que queremos ser, e ir poniendo ladrillo tras ladrillo (mensajes, acciones, eventos, comunicación…) hasta conseguirlo, sorteando las dificultades que vayamos encontrando en el camino.
Identificar el que quieres que sea tu grupo en esa carrera – y meterte en él -es importante. Porque te va llevando, te va marcando el ritmo, te va indicando dónde parar y dónde avanzar, qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo. Y quien te ve llegar entre ellos te ubica en su cabeza. Porque aunque tú vayas imprimiendo tu sello personal, manteniendo tu propia zancada, llevando tu propia trazada, vas en un grupo. En ESE grupo. Y eso hace que no te relajes. Porque si lo haces, se te van a escapar y te quedarás descolgado. Y ellos seguirán a su ritmo. Que está un puntito por encima del tuyo, si has elegido bien. Y antes de que te des cuenta, dejarás de verles.
Aprieta y mantente ahí.
Yo sé que puedes.
Y disfruta de la carrera.
Piensa en largo.
Paz!
L.
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