Que todo pueda medirse, en digital, no implica que tú también debas medirlo todo. Especialmente si obtener ese dato no te va a hacer cambiar nada.
Vivimos una época de obsesión enfermiza con la optimización. Todo tiene que optimizarse. No optimizar es perder oportunidades (o eso nos dicen), dejar dinero en la mesa, comida en el plato.
Y no tiene por qué ser necesariamente cierto.
Optimizar – nuestros procesos, nuestras comunicaciones, nuestras campañas, nuestra presencia digital, nuestras acciones – está bien, siempre que no perdamos la cabeza.
De la misma manera que tú no comes las mismas calorías que Strongman Tarrako (porque no eres Strongman Tarrako), ni entrenas lo mismo que Killian Jornet (porque no eres Killian Jornet), ni estiras lo mismo que Simone Biles (porque tampoco eres Simone Biles, ni pegas sus botes), tampoco deberías pretender optimizar tu negocio ni tu vida mirando a marcas/personas fuera de tu rango.
Porque no tiene sentido que, si tienes una hamburguesería de barrio, pretendas aplicar lo que hace McDonald’s. Si eres una pequeña cafetería, que pretendas seguir los pasos a Starbucks. Si eres una pequeña tienda, que tus referencias sean Apple, Coca-Cola y AMEX. No tienes ni su producto, ni su presupuesto, ni su plantilla, ni su marca, ni su capacidad para atender y gestionar al mismo número de clientes o pedidos.
Puedes tener – probablemente los tengas si estás abierto al público y facturando – muchos atractivos y oportunidades, pero no te quemes viendo lo que otros hacen y tú no. Céntrate en lo que te hace especial y diferente. En lo que te hace ser único. Y esfuérzate en reforzarlo y resaltarlo. En mejor la experiencia de cliente a tus clientes. A tu nivel, a tu alcance, con tu capacidad. Sin obsesionarte en tener las métricas de Zara en tu ecommerce, porque no eres Zara, o las visualizaciones de Mr. Beast en tus videos, porque no eres Mr. Beast. Y lo normal es que tampoco tengas ratios de conversión de un 5% en tu web (porque la media en España es de un 1.2%), ni tasas de CTR en tus anuncios del 6% (porque la media mundial es un 1.9%). Y eso no quiere decir que la estés cagando.
Está fenomenal tener referencias. Está fenomenal tener ambición. Pero a esa mezcla le tienes que echar también una dosis potente de realismo. Por mucho que nos vendan que todo es automatizable, externalizable y sistematizable, la realidad es que ni todos los negocios son escalables, ni todas las marcas son globales. Sigue habiendo mucha riqueza en lo pequeño, en lo local, en lo cercano, en lo humano.
No perdamos el norte queriendo vender en Noruega si, habiendo clientes potenciales en nuestro barrio, estos no nos conocen. No activemos acciones de alcance global, si 10 pedidos nuevos nos bloquean, o no tenemos capacidad de servir en el 80% de los países en los que estamos dando visibilidad a nuestros anuncios para engordar nuestro ego. No invirtamos en soñar improbables, por no decir imposibles, lo que nos vendría bien para sobrevivir.
Que los moonshots son maravillosos, pero para correr primero hay que andar, y antes de eso gatear.
Larga vida a los gateantes.
Paz!
L.
PD.- En la lista de las cosas a no hacer incluiría el dejar de enviar emails escritos a base de párrafos de una frase y palabrotas, con tono macarra/malote y actitud de desapego. Que no eres Isra Bravo… máquina!
Gracias Lucas por tus sabios consejos de los lunes.
A mí me hace ver el mundo con los pies en la tierra.
Que nos venden mucho humo y no estamos para perder el tiempo.
De nuevo, gracias.
Un saludo.
Me alegro que te sean de utilidad, Jose.
Muy buen post, pero la postdata… ¡genial! 😉
Muchas gracias! Lo de la postdata… es que ya es invasión! 😉