Estos días está siendo noticia que una gran multinacional de la distribución ha decidido no seguir vendiendo productos de otra gran multinacional. Ninguno de ellos esenciales (unas patatas fritas, un refresco o unos cereales de desayuno, entre otros). Pero en lugar de hacer como hace las otras miles de veces que sacan un producto del lineal por el motivo que sea, han decidido mantener su hueco vacío y meter un cartel que diga que el producto en cuestión – con nombre y logo – ya no está a la venta por haber tenido una subida de precio “inaceptable”.
¿Un acto loable de alineación con sus clientes, lucha de egos, vendetta o simple campaña de marketing? Ni idea, pero en un mundo como el actual, todo es posible.
La realidad es que ambos son grandes grupos multinacionales, y ninguno de ellos son ONGs. Quiero decir, ambos buscan maximizar sus beneficios, amplificar sus mensajes y asentar su posicionamiento en la mente de sus clientes, y es lícito que lo hagan como consideren adecuado, siempre y cuando respeten la ley.
Entonces, ¿a qué viene este movimiento? Ni idea, insisto, pero resulta cuando menos curioso.
La realidad es que la noticia ha saltado – obviamente – a todos los medios y canales, tanto digitales como convencionales, y el debate está servido. ¿Por qué suben ”tanto” los precios unos? ¿Por qué sólo reacciona una de las enseñas de distribución y no las otras? ¿Sólo les han subido los precios a ellos y no al resto? ¿Por qué? Y una vez tomada la decisión, ¿por qué no se limitan a sacarlos del lineal y punto? ¿Por qué sacan pecho con esto – y con una marca de tés y otra de chocolates hace unos meses a los que destaparon su “reduflación” con cartelería en el lineal – pero esconden la cabeza cuando los productores locales les acusan – a ellos y al resto de cadenas de distribución – de hundir los precios de compra y de tener márgenes exagerados en productos esenciales?
No seré yo quién entre a ese trapo porque, como ya he dicho dos veces, y ahora repito, no tengo ni idea de los motivos que han llevado a ambas partes a tomar esa postura. Pero creo que merece una reflexión.
Y la reflexión es la de darnos cuenta de cómo podemos influir en la opinión pública con nuestros actos. Darnos cuenta de cómo cambia la película cuando, en lugar de tomar una decisión de negocio, tomamos una decisión que incluye la “escenificación” de esa decisión, trasladándola a un nuevo escenario, multiplicando el número de ojos que la ven (y sacan sus propias conclusiones). Y de rebote, al darnos cuenta de todo esto, también deberíamos aprender a mirar con ojos críticos las decisiones ajenas. Especialmente las que incluyen un cierto nivel de escenificación.
Y esto no aplica sólo a grandes empresas. También las pequeñas pueden jugar a este juego. Especialmente ahora que los medios de comunicación andan más preocupados de buscar asuntos “noticiables” que les permitan conseguir clicks y hacer piezas (potencialmente) virales, que de explicar y analizar noticias realmente relevantes.
No te limites a tomar decisiones de negocio. Busca la forma de escenificarlas, de comunicarlas, de sacarlas fuera de tu mesa de trabajo, fuera de la reunión en la que la has tomado. Porque las decisiones que tomas, si las comunicas, también te posicionan. Especialmente si consigues contarlas de manera que tú estés del lado de la gente a la que quieres dar servicio.
Porque pocas cosas unen más que tener un enemigo común.
No lo olvides.
Paz!
L.
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