No te compliques

El día antes de Zegama, la MÍTICA carrera de montaña que se celebró hace un par de fines de semana, un reportero le preguntaba a Killian Jornet por su METICULOSA preparación, haciendo especial hincapié en el hecho de que su último entrenamiento había empezado a las 9 de la mañana, exactamente la misma hora a la que la carrera arrancaría al día siguiente. Killian ponía caras mientras le hacían la pregunta, y cuando le llegó el turno de contestar explicó que ese día había empezado a correr a las 9 de la mañana… porque a esa hora deja a sus hijas en la guardería, y había empezado a correr desde la guardería.

Ni estrategia de carrera (que la tenía), ni entrenamiento meticuloso (que también) ni nada. Simplemente, que le cuadraba así ese día.

A veces queremos ver complicadas estrategias – u oscuras conspiraciones -, tras las acciones de otros, y eso nos frena o condiciona en nuestras acciones, y la explicación real resulta luego que es mucho más simple que todo eso.

La famosa Navaja de Ockham, ese famoso teorema que dice que “en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”.

Ejemplos aplicados a nuestro mundo del marketing y la comunicación nos sobran. Aquí van un par de ellos.

Nos preocupa nuestro escaso alcance y el bajo nivel de interacción que tenemos en redes, y culpamos al algoritmo, cuando la (dura) realidad es que a la gente no le importa lo que contamos. Obviamente, si la plataforma de turno no le enseña tu contenido a nadie, será imposible que tenga interacción, pero la realidad es que sí que se lo enseña a unos pocos… y estos no reaccionan, por lo que la plataforma lo deja de enseñar, porque deduce que el resto tampoco lo harán. Es un bucle que se retroalimenta sólo y que tendemos a olvidar, pensando que todo lo que hacemos es maravilloso y SEGURO que le va a encantar a nuestra audiencia. Siento decirte que no es así. Abre la navaja de Ockham, deja descansar un rato al conspiracionista que todos llevamos dentro, y piénsalo otra vez. Duele, pero es así.

Nos quejamos también porque nuestro producto – otra vez, maravilloso en nuestras cabezas – no tiene el nivel de ventas y recomendaciones que se merece. ¿Sacas tú la navaja, o la saco yo? Igual no lo estás contando bien, o no lo estás vistiendo bien, o no lo estás promocionando a las personas adecuadas. Me gusta mucho esta encerrona (ellos lo llaman “experimento social”) que montó hace unos años Payless, una tienda americana de calzado económico, inventándose una tienda pichona, ubicada en un centro comercial pichón, en el mismo local en el que antes de meterse ellos estaba una tienda Armani, a la que llamaron Palessi, el apellido (falso) del diseñador (inventado) de la supuesta marca de lujo. Decoraron el local con los materiales, colores y códigos del lujo, lo llenaron de sus zapatos baratos, e invitaron a la apertura a todos los influencers de la zona, y les dejaron decir lo increíbles que eran los diseños, la fantástica calidad del producto, y lo justificados que estaban los 600$ de algunos modelos, que en realidad costaban 35$. La campaña es de 2018, aunque cada cierto tiempo se reviraliza y, más allá de confirmar que el número de seguidores no garantiza la inteligencia, y que hay influencers que en realidad son gilipollers, deja ver claramente que cómo “envolvemos” nuestro producto o servicio es clave a la hora de ponerlo en el mercado, como también demostró El Comidista hace 8 años con el vino de 1€ que engañó a los “expertos en una feria de vino.

Así que deja de ver fantasmas, remángate y mira “con ojos de otro” lo que estás sacando al mercado. A ver si el problema no va a estar fuera, sino dentro. Aunque si es así, tengo buenas noticias. La solución también está dentro. Sólo tienes que encontrarla.

pedir ayuda, si tú no la ves…

Paz!

L.

PD1.- Killian Jornet ganó (otra vez) en Zegama. 11 victorias en 12 participaciones. Es un puto extraterrestre

PD2.- Si quieres un par de ejemplos de la diferencia entre alcance e interacción, mira las capturas que te dejo abajo. Son de mi instagram. De izquierda a derecha, la primera es una foto que subí durante mi viaje de esquí a Noruega hace un par de meses. Tuvo mucho alcance, 16.2k usuarios, un 92% de los cuales eran no seguidores (tengo 4.6k seguidores), y mucha interacción (casi 650likes) para lo que yo suelo tener. Las otras dos capturas son de las publicaciones de las últimas semanas, en las que compartía que me había operado (centro), y que el resultado de la biopsia decía que el cáncer estaba extirpado y que estaba limpio. Las dos con cifras de alcance por debajo de otras muchas de mi cuenta – y 8 veces menos que la foto de Noruega -, de los cuales el 95% son seguidores, porque el algoritmo es capaz de entender que este tema, de importarle a alguien, será a alguien que me conozca o siga. Y a pesar de tener menos alcance, tienen una interacción altísima, superior incluso a la de la foto de Noruega, con mucha (buena) gente reaccionando y mandando buenos deseos y palabras de ánimo (millones de gracias!!).

Obviamente, no hace falta que te detecten un cáncer y te operen, seguramente a ti te pasará lo mismo si subes una foto el día de tu cumpleaños, si anuncias que te casas, que has encontrado trabajo o alguna noticia así.

Qué curioso que esas publicaciones sí que tengan alcance y, sobre todo, interacción, no? A ver si es que vamos a confirmar que es más importante llegar a las personas adecuadas, con temáticas “que lleguen”, que impactar “en general”, con temáticas “generales”. Y que, quizás, una mayoría de publicaciones – tuyas y mías – realmente no le importan tanto a la gente. Y no es culpa del algoritmo…

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Lucas

Mi nombre es Lucas. Generación del 71. Soy Harlysta, esquiador y eMTBiker. Trabajando en el mundo del Marketing y la Comunicación desde 1994. Por cuenta propia desde 2006, ayudando a las marcas a (re)conectar con sus clientes. Y eso suele incluir repensar mensajes, beneficios, textos, estrategia de marca, canales, audiencias y formas de contarlo. Con un gran peso de todo lo digital, como es natural en estos tiempos.
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