Estás a dos saltos tecnológicos de que alguien te haga un video fake, con tu cara y tu voz, que sea difícilmente detectable como falso. No hace falta que seas un político en campaña o Pedro Piqueras para que te lo hagan, todos tendremos el nuestro. Y cuando el protagonista seas tú, igual ya no te hace tanta gracia.
Lo hará tu cuñado para mandarlo al grupo de whatsapp de la familia, o quizás un compañero de trabajo, un amigote o alguien con intención de joderte la vida, no lo sé. Pero alguien lo hará, y además lo hará en 2 clicks.
Y que sea tan fácil, tiene un lado bueno. Muy bueno. Que no nos los vamos a creer, porque seremos conscientes de lo fácil que será hacerlos. Otra cosa es que los usemos igualmente para atacar, polemizar o generar discordia, pero lo haremos sabiendo que estamos jugando con cartas marcadas (y falsas). Allá cada uno y su mala intención.
También tiene un lado malo, muy malo, y es ese mismo. Todos estaremos expuestos.
De un video p0rn0 (falso) con tu cara, o uno (falso también) apostando en la ruleta, borracho, drogado, y descamisado, no te va a salvar nada más que el sentido común de quien lo vea, si es que lo tiene y lo aplica, pero si lo que se viraliza son unas declaraciones tuyas, o una supuesta entrevista en la que “dices” una barbaridad, o un clip que parece sacado de un podcast en el que criticas a la competencia y que lanzan con intención de hacerte daño a nivel profesional, a ti o a tu marca, sí que hay una salida.
Y es que cuando este escenario que dibujo sea real – y lo va a ser – los canales propios van a ser nuestra vía de salvación y verificación. Algunas personas – ojalá muchas – vamos a desarrollar una respuesta automática que nos diga “si no está en sus canales propios, duda. Hay muchas posibilidades de que no sea real”. ¿Es un clip de una conversación en un podcast? Tocará ir a la cuenta oficial del podcast – o pedirle a la IA de turno que lo haga por ti – a ver si están ahí. ¿Unas declaraciones a cámara? Habrá que ir a ver si está subido a la cuenta o al perfil de quien parece hablar. ¿Una captura de una entrevista en un medio? Ir al medio y comprobar que está ahí. Si no lo ves en la (teórica) fuente oficial, no te lo creas.
Ya no consumimos el contenido de la gente a la que decidimos seguir, sino el de desconocidos que el algoritmo de turno nos pone en bandeja.
La evolución actual de internet, con algoritmos decidiendo qué añadir a nuestra página de inicio, está teniendo esa derivada de la que hemos hablado en otras ocasiones. Ya no consumimos el contenido de la gente a la que decidimos seguir, sino el de desconocidos que el algoritmo de turno nos pone en bandeja. Pero cuando la temperatura de la cacerola de las redes sociales suba un par de grados más, un porcentaje de la población saltará. Ojalá muchos. Sólo quedarán las ranitas despreocupadas, disfrutando del jacuzzi de agua hirviendo, riéndole las gracias a los bots de su cuerda, reafirmándose en su burbuja y despotricando de “los otros”. Los demás ya no estaremos allí. Al menos no en la pestaña del “Para ti”.
En parte lo estamos viendo ya con el crecimiento de las newsletters (a las que nos suscribimos con nuestro correo electrónico y por lo tanto “desintermediamos” del algoritmo) e incluso de los blogs. ¿Volverán los feeds RSS a ser de uso habitual? No lo sé, y en realidad da igual la forma que adopten, o la herramienta con las que los gestionemos, lo importante es que aquellos a quienes les preocupe la calidad/veracidad de la información que consumen, volverán a mimar sus canales y sus fuentes, y las marcas y personas con cierta visibilidad volverán a cuidar sus perfiles/canales, conscientes de que lo que está en juego es su reputación y su confiabilidad, mucho más importante que su alcance o su viralidad.
Porque, como decía esta semana Seth Godin en uno de sus emails semanales, “Trust is what’s in short supply, not attention. You can always create a short-term commotion to get a bit of attention. But you can’t possibly hype your way into being trusted.«
Y el internet, los medios digitales, la “nueva comunicación” que nos viene, va a ir más que nunca de eso. De confianza. De podernos fiar de que estamos hablando o viendo a la persona con la que creemos estar hablando o a la que creemos estar viendo. Y una de las maneras más sencillas de confirmarlo es volver a volcarnos en nuestros medios propios, a los que hemos descuidado, atraídos por los cánticos de sirena del alcance. Y como usuarios, alejarnos del fast food de los “for you” y las páginas de inicio. Porque las carga el diablo.
El diablo del contenido falso, la polarización, el clickbait y el contenido vacío, los cánceres actuales del internet, que casi son peores que el que yo tenía en el riñón.
Ojalá entre todos los consigamos extirpar también.
Paz!
L.
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