Las redes sociales nos atraparon con una premisa muy clara: mantente en contacto con tus seres queridos.
Y picamos. Ya te digo que picamos!
Durante unos años cumplieron su promesa, y las plataformas del momento nos acercaban al día a día de la Tía Paqui, de nuestro amigo que se había ido a trabajar a Madrid, y de aquellos compañeros de viaje tan majos que conociste un verano.
La sensación de proximidad y cercanía era tal que, sin darnos cuenta, empezamos a dejar de llamarles porque ¡ya lo sabíamos todo de ellos! Primer error.
Poco a poco las plataformas empezaron a subir la temperatura del agua de la cacerola en la que nadábamos felices como ranitas, y empezaron a meter más anuncios y más contenidos que “quizás te podrían interesar en base a tus intereses o los de tus contactos”, cambiando las reglas del juego.
Y volvimos a picar.
La Tía Paqui, nuestro amigo que se había a Madrid (y que ya no estaba allí, pero no nos habíamos enterado) y los compañeros de viaje, quedaron enterrados por contenidos de gente que ni conocemos ni nos importan, pero de la que no podemos sabemos prescindir. Contenidos polémicos, listados de “las 5 cosas que”, bailes, montajes, memes, enseñanzas que se saca de la manga un usuario random del último terremoto, «aplicadas» al emprendimiento o la vida y, últimamente, directamente creaciones de IA.
Y seguimos picando.
Más absorbidos por las pantallas que nunca.
Lo que era un canal de relación entre familiares, amigos y personas por las que teníamos interés, convertido en una vía que nos mete en vena “contenido”. Así, en genérico. Ultraprocesado, como la comida, diseñado para que siempre queramos más. Un poquito más.
El problema es que ese “contenido” es cada vez más indiferenciado, más ruido y menos señal.
Y la idea de un muro 100% personalizado para cada uno de nosotros, generado por IA directamente por las propias plataformas, protagonizado por “personas” que no existen, quizás incluso con tu cara, con las temáticas que más le gusten (o hagan reaccionar) a cada uno, hundiéndonos cada vez más en nuestra propia burbuja, está cada vez más cerca, y todo ello intercalado con anuncios basados en los innumerables datos que vamos dejando en cada paso que damos, en la mayoría de casos sin ser conscientes de ello.
¿Debemos seguir ahí dentro, marcas y usuarios, generando nuestro contenido, con un coste cada vez mayor (si lo quieres hacer bien, y no te dedicas a vomitar lo que el GPT de turno te pone en bandeja), y un alcance cada más errático e incierto? Me temo que, por ahora, sí, por eso de estar donde están nuestros clientes potenciales, aunque lo inteligente es hacerlo con un ojo y unas cuantas neuronas mirando hacia fuera.
Hacia el desarrollo de otras vías directas de contacto (email, newsletter, sms…), la construcción de comunidad, la conexión real a través de pasiones – que no intereses – idealmente a través de eventos y acciones en el mundo real, fuera de las pantallas. Buscar esa identificación entre marca y acción, esa construcción y apropiación de un territorio, asociado de manera natural e intuitiva a la marca, generando excusas de comunicación, y oportunidades de generación de contenido para los participantes. Que sean ellos los que hablen, los que difundan tu mensaje, tu diferencia, tu esencia, tu why.
Buscando esa verdad que las publicaciones plagadas de emojis creadas por IA jamás te darán.
Por ahora, esas sólo rellenan huecos.
Y tú no quieres ser eso, no?
Paz!
L.
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